¿Una vacuna COVID más duradera?

El estudio señala el camino

17.12.2021 - Estados Unidos

Investigadores del Centro Eli y Edythe Broad de Medicina Regenerativa e Investigación sobre Células Madre de la UCLA han identificado unas células T poco comunes y de origen natural que son capaces de dirigirse a una proteína presente en el SARS-CoV-2 y en una serie de otros coronavirus.

NIAID/NIH

Imagen de microscopio que muestra una célula humana (rosa) fuertemente infectada con partículas del virus SARS-CoV-2 (verde y morado).

Los resultados sugieren que un componente de esta proteína, denominado polimerasa viral, podría añadirse a las vacunas contra el COVID-19 para crear una respuesta inmunitaria más duradera y aumentar la protección contra las nuevas variantes del virus.

Antecedentes

La mayoría de las vacunas contra el COVID-19 utilizan parte de la proteína de espiga que se encuentra en la superficie del virus para incitar al sistema inmunitario a producir anticuerpos. Sin embargo, las nuevas variantes -como la delta y la omicron- presentan mutaciones en la proteína de la espiga, que pueden hacerlas menos reconocibles para las células inmunitarias y los anticuerpos estimulados por la vacunación. Los investigadores afirman que probablemente se necesitará una nueva generación de vacunas para crear una respuesta inmunitaria más robusta y de mayor alcance, capaz de rechazar las variantes actuales y las que puedan surgir en el futuro.

Una forma de conseguirlo es añadir a las vacunas un fragmento de una proteína vírica diferente, menos propensa a las mutaciones que la proteína de la espiga y que activará las células T del sistema inmunitario. Las células T están equipadas con receptores moleculares en su superficie que reconocen fragmentos de proteínas extrañas llamados antígenos. Cuando una célula T encuentra un antígeno que su receptor reconoce, se autorreplica y produce células inmunitarias adicionales, algunas de las cuales se dirigen a las células infectadas y las eliminan de inmediato, y otras permanecen en el cuerpo durante décadas para luchar contra esa misma infección en caso de que vuelva.

Método

Los investigadores se centraron en la proteína polimerasa viral, que se encuentra no sólo en el SARS-CoV-2 sino en otros coronavirus, incluidos los que causan el SARS, el MERS y el resfriado común. Las polimerasas víricas son los motores que utilizan los coronavirus para hacer copias de sí mismos, lo que permite la propagación de la infección. A diferencia de la proteína de la espiga, es poco probable que las polimerasas virales cambien o muten, incluso cuando los virus evolucionan.

Para determinar si el sistema inmunitario humano tiene receptores de células T capaces de reconocer la polimerasa viral, los investigadores expusieron muestras de sangre de donantes humanos sanos (recogidas antes de la pandemia de COVID-19) al antígeno de la polimerasa viral. Comprobaron que ciertos receptores de células T reconocían, de hecho, la polimerasa. A continuación, utilizaron un método que desarrollaron llamado CLInt-Seq para secuenciar genéticamente estos receptores. A continuación, los investigadores modificaron las células T para que portaran estos receptores dirigidos a la polimerasa, lo que les permitió estudiar la capacidad de los receptores para reconocer y eliminar el SARS-CoV-2 y otros coronavirus.

Impacto

Más de 5 millones de personas han muerto a causa del COVID-19 en todo el mundo. Las vacunas actuales proporcionan una protección significativa contra la enfermedad grave, pero a medida que surgen nuevas variantes potencialmente más contagiosas, los investigadores reconocen que puede ser necesario actualizar las vacunas, y los nuevos hallazgos de la UCLA apuntan a una estrategia que puede ayudar a aumentar la protección y la inmunidad a largo plazo. Los investigadores están realizando ahora nuevos estudios para evaluar la polimerasa viral como posible nuevo componente de la vacuna.

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