El sexo del cuerpo: por qué nuestros órganos no pueden clasificarse simplemente como masculinos o femeninos
Mucho más complejo de lo esperado
El sexo biológico suele describirse en términos binarios simples: masculino o femenino. Esto funciona bien para las células germinales (espermatozoides frente a óvulos), pero para otros órganos del cuerpo es de poca ayuda. Un nuevo estudio publicado en eLife lo demuestra ahora: En muchos órganos, los patrones específicos de sexo se solapan fuertemente. Sólo los testículos y los ovarios se distinguen claramente. Todos los demás órganos presentan combinaciones en mosaico de características masculinas y femeninas.
Los genes específicos del sexo destacan sobre todo en los órganos sexuales. Pero en otros órganos el panorama es más complejo. En los ratones, el riñón y el hígado muestran grandes diferencias, mientras que en los humanos es el tejido adiposo. En cambio, el cerebro muestra diferencias mínimas en ambas especies, lo que concuerda con estudios anteriores sobre la estructura del cerebro humano.
Para captar esta diversidad, los investigadores desarrollaron un Índice de Sesgo Sexual (Sex-Bias Index, SBI). Este índice resume la actividad de todos los genes específicos masculinos y femeninos de un órgano en un único valor. Mientras que el índice muestra una clara separación en los órganos sexuales, en otros órganos los valores suelen estar tan próximos que no se puede distinguir con fiabilidad entre hombres y mujeres. Por ejemplo, el corazón de un hombre puede ser más "femenino" que el de algunas mujeres. Incluso dentro de un mismo individuo, los órganos pueden diferir: el corazón más femenino, el hígado más masculino. El resultado es un mosaico de características sexuales que contradice la idea de un binario bien definido.
Dinámica evolutiva: Por qué las diferencias cambian tan rápidamente
El estudio también demuestra que la actividad génica específica de cada sexo en los órganos evoluciona muy rápidamente, mucho más que los genes activos en ambos sexos por igual. Incluso entre especies de ratones que divergieron hace menos de dos millones de años, la mayoría de los genes han perdido o incluso cambiado su función específica de sexo.
Como resultado, cuando se comparan humanos y ratones, sólo muy pocos genes conservan la actividad específica del sexo. Esto también significa que los modelos de ratón tienen una utilidad muy limitada cuando se aplican a la medicina específica del sexo en humanos.
Los investigadores descubrieron además que los genes específicos del sexo suelen aparecer en "módulos" que se regulan conjuntamente. Por tanto, la evolución no modifica las diferencias entre sexos cambiando genes individuales, sino reorganizando redes enteras. La fuerza motriz es la selección sexual, el continuo conflicto evolutivo entre los intereses de machos y hembras. Este conflicto nunca puede resolverse del todo, ya que cada adaptación crea nuevos contrastes.
Aplicado a los tejidos humanos, el método revela una pauta clara: muchos menos genes específicos de cada sexo que en los ratones, e incluso más solapamientos entre hombres y mujeres. En nuestra especie, las diferencias son por tanto más débiles, lo que socava aún más la idea de una clasificación binaria estricta.
Conclusión: El sexo es un espectro, no una caja
El estudio concluye Mientras que los órganos sexuales muestran un claro patrón binario, la mayoría de los demás tejidos muestran un continuo de actividad génica específica del sexo, un espectro dinámico que varía tanto entre especies como entre individuos.
Por tanto, el sexo no es algo rígido y claro, sino que está determinado por la evolución, los solapamientos y las diferencias individuales. En lugar de clasificar el cuerpo estrictamente como masculino o femenino basándose en características moleculares, debe entenderse como un mosaico complejo.
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