Un COVID largo ralentiza el pensamiento

Pruebas objetivas de fatiga mental

31.10.2023
Michael Szabó/UKJ

La activación cerebral general puede evaluarse mediante una medición especial de la inquietud pupilar. En el Long-COVID, la actividad cerebral está crónicamente reducida, muestra un estudio del Hospital Universitario de Jena.

Una característica de los problemas de atención y concentración en Long COVID es la lentitud en el procesamiento de la información. Con este resultado, los estudios neuropsicológicos del Hospital Universitario de Jena pueden demostrar objetivamente el deterioro cognitivo del que suelen informar los afectados. Esto también proporciona un objetivo para el entrenamiento terapéutico y un criterio para la eficacia de los enfoques terapéuticos.

El Hospital Universitario de Jena (UKJ) fue uno de los primeros hospitales de todo el país en crear una clínica ambulatoria interdisciplinar para pacientes post-COVID. Acudieron muchos pacientes que se habían recuperado de la infección por SARS-CoV2 pero que aún no se sentían sanos del todo. La mayoría de los afectados sólo pueden trabajar de forma limitada o no pueden trabajar en absoluto. Dado que más de la mitad también se quejaban de trastornos de concentración y atención, el centro de memoria de la UKJ participó en la atención desde el principio.

El equipo multidisciplinar del centro procede de los campos de la neurología, la psiquiatría, la neuropsicología, la terapia ocupacional y el trabajo social, y dispone de un amplio conjunto de herramientas de diagnóstico. Por ejemplo, se pueden utilizar pruebas neurocognitivas para registrar objetivamente diversos aspectos del rendimiento cognitivo, como la memoria, el rendimiento lingüístico, la velocidad de procesamiento o la capacidad para establecer prioridades. "Así se obtienen patrones típicos de diversas enfermedades neurológicas", explica la Prof. Dra. Kathrin Finke, directora psicológica del centro. "Podemos utilizar estas firmas, por ejemplo, para ayudar a distinguir distintas demencias incipientes de las depresiones o para clasificar distintos síndromes tras accidentes cerebrovasculares. Naturalmente, nos interesaba saber si Long COVID también tiene un perfil de déficit típico."

Pruebas objetivas de la fatiga mental

Así pues, el equipo examinó el rendimiento cognitivo de 40 pacientes posCOVID con déficits cognitivos subjetivamente persistentes tras la infección por COVID. Compararon los resultados con los de 40 sujetos de control sanos de edad, sexo y nivel educativo correspondientes. Todos los participantes se sometieron a una prueba informática en condiciones de laboratorio en la que tenían que registrar y nombrar letras presentadas durante un breve espacio de tiempo. De este modo se pueden determinar con gran precisión distintas funciones de la atención. "Descubrimos que los pacientes post-COVID procesan la información visual de forma significativamente más lenta que las personas sanas. Esta velocidad es una buena medida de su alerta mental y su capacidad de respuesta", afirma la neuropsicóloga Eva María Martín.

Para medir la rapidez con la que se cansan las personas sometidas a la prueba, el equipo del estudio utilizó unas gafas especiales con una cámara de infrarrojos integrada en el laboratorio del sueño del Departamento de Neurología. Éstas pueden registrar la inquietud pupilar, un biomarcador de la activación cerebral general. Además, los participantes evaluaron su agotamiento mental con ayuda de un cuestionario. Como resultado, el equipo del estudio pudo establecer una clara correlación entre la velocidad de procesamiento medida, la inquietud pupilar y el agotamiento percibido subjetivamente. Eva Maria Martin: "En comparación con el grupo de control, el grupo post-COVID tiene una velocidad de procesamiento menor y se cansa más rápidamente. Esto nos permite comprobar objetivamente el cansancio mental declarado por los afectados".

Las pruebas estándar confirman los déficits cognitivos

Continuando con el estudio, el equipo investigó si este hallazgo podía confirmarse con pruebas neuropsicológicas que son mucho más utilizadas y no requieren laboratorios especializados. Los investigadores también estaban interesados en saber si los déficits detectados cambiaban con el tiempo. Para ello, repitieron las pruebas al cabo de seis meses. El resultado: incluso en las pruebas estándar establecidas clínicamente, siempre se encontraron déficits en el grupo post-COVID cuando se trataba de un procesamiento rápido de la información y una reacción rápida. Esta ralentización persistió sin cambios durante seis meses.

"Vemos esto como una prueba de una actividad cerebral crónicamente reducida en Long-COVID, que se manifiesta principalmente en una ralentización del procesamiento de la información. Este perfil relativamente estable es característico de los síntomas neurocognitivos en post-COVID y ciertamente también de las consecuencias a largo plazo después de otras infecciones", subraya Kathrin Finke. Así pues, la velocidad lenta de procesamiento de la información no sólo es un criterio importante para objetivar los déficits cognitivos en el contexto de este cuadro clínico. También podría ser adecuado como medida para evaluar la eficacia de los enfoques terapéuticos.

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